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Foto del escritorSimón

Diario de un sobreviviente Día 02



Hoy salí a conseguir comida, el huerto está un poco marchito por el sol terrible que hace. El silencio, por alguna razón, hace que el sol sea aún más caliente de lo normal. No ha llovido en dos semanas y he tenido otras cosas pendientes que hacer, sobre todo perdí mucho tiempo tratando de reparar un colector de agua que estaba goteando y al revisarlo me di cuenta con desagrado que en uno de los tanques se estaban formando algas y cieno. Tuve que limpiar cada depósito, me he quedado con uno porque no sé cuándo volverá a llover, y lo que me ha enseñado la experiencia es que más vale agua repleta de babosas pantanosas antes de quedarse sin agua. Por todo esto no he podido regar el huerto como tendría que haberlo hecho.


A veces me pasa esto, ser la única persona responsable de todas mis necesidades me hizo notar el enorme trabajo invisible qué existía para mantener a toda la gente. Y eso que soy solo un individuo, la responsabilidad de proporcionarme agua, comida y techo es inmensa.


Al principio todo fue fácil y he de admitir que fue muy divertido. Sobre todo, la primera semana antes de que se empiecen a podrir los alimentos perecibles. Eso me recuerda a las neveras, ¡Ah qué invento teníamos al alcance de la mano! Y no se diga la electricidad, es una de las cosas que más añoro. Pero he de centrarme en las cosas buenas. Al principio no entendía que pasaba, pero cuando se me pasó un poco el susto entré a todos los restaurantes que alguna vez había soñado entrar.


En muchos de ellos había platos listos para ser servidos o casi listos, lo que me da a entender que lo que ocurrió fue antes de que cierren los locales. Eso o en su defecto hacían platos para el día siguiente, cosa que dudo mucho, pero ya empiezo a delirar de nuevo.


Nunca comí tan bien en mi vida. Libre de toda culpa vertía sobre mi rostro chorros de crema batida, pedazos enormes de filetes a la parrilla, lasañas con extra-queso derretido y todas las frutas exóticas que había visto en las películas y que no me gustaron tanto cómo esperaba.


Debo admitir que antes no tenía muchas luces, de hecho y siendo totalmente sincero (ya que al menos sé que no quedaré en ridículo con nadie) era bastante imbécil. ¿Por qué no pensé en preservar más comida en vez de deambular todo un día con una motoneta dentro de un centro comercial? Era un hijo de la ignorancia. De hecho, no estoy muy seguro de cómo es que logré sobrevivir por mi cuenta.


Al menos hoy pude conseguir algunos frutos que encontré en una arboleda y algunas latas de conservas. Estoy harto de las conservas. Seguro esa fue la motivación que tuve para empezar a sembrar. De solo recordarlo me avergüenzo, era tan torpe e inocente, pensaba que solo debía regar semillas en un campo y en un par de semanas estaría haciéndome ensaladas y cócteles de frutas.


Mañana tengo que dedicarme a las legumbres y la luz está empezando a escasear.

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